miércoles, 23 de noviembre de 2016

Objeciones a "Man of steel".

"Man of steel", por Martin Ansin.
Man of Steel, película de 2013, narra la llegada de un extraterrestre al planeta Tierra en una cápsula desde su extinto planeta natal, Kripton. Es criado como cualquier humano por un matrimonio de granjeros que lo adoptan como su hijo, pero finalmente, debido a una serie de eventos en su mayoría desafortunados, debe asumirse como kriptoniano. Esa es más o menos la premisa.

Vi esta película con mi novia en el cine, y es algo que recuerdo de modo singular, porque aquella vez salimos de la sala pasada la medianoche y el trayecto de regreso fue un tanto angustioso por aquello de la inseguridad. La integridad de mi novia en riesgo me afligía aún más. Y mientras caminábamos en busca de transporte, nos topamos con ratas, no de las que asaltan: auténticas ratas, una horda de veinte o más, bien gordas, en torno a una alcantarilla. El horror. Realmente no es lo nuestro salir a deshoras.

Hace poco emitieron la película por televisión y vimos una que otra escena. Si bien mi novia y yo comentamos en su momento los pros y contras, hubo algunas intuiciones que entonces no fui capaz de asentar. Tienen que ver con la recurrente analogía entre Superman y Jesucristo. La analogía es tan obvia que hasta se antoja grotesca y poco sutil. Hubiese bastado con sugerirlo de forma velada, pero es algo que puede pasarse por alto. El problema está en su desarrollo.

La primera escena que plantea esto es suscitada por la llegada de Zod (otro superviviente kriptoniano y principal antagónico) al planeta Tierra en busca de Kal-El (nombre legítimo de Superman/Clark Kent). Zod secuestra todas las transmisiones de radio y televisión y envía un mensaje a Kal: si no se presenta ante él iniciará un genocidio en represalia. Kal no acude de inmediato, le asaltan las dudas. Y aquí viene la pifia: entra a una capilla y consulta a un sacerdote local. Esto puede parecer lógico pues necesita alguna norma moral con qué enfrentar esa situación. Pero es un error si consideramos que para ese momento él ya había contactado con la inteligencia artificial (una suerte de mind-uploading) de su padre, Jor-El, quien conoció y enfrentó a Zod en el pasado.

No tiene sentido la búsqueda de respuestas en una capilla teniendo a la mano los conocimientos de primera fuente sobre su adversario. Debió acudir a la conciencia de Jor-El y extraer de ella información vital. Pero no lo hace porque quizá el director decidió filmar la escena con un vitral de Jesucristo al fondo, trastocando el guión al servicio de la imagen. La escena posterior en que dicha conciencia le dice que puede salvarlos a todos no necesita explicación y no es conflictiva como la del diálogo con el párroco.

Otro factor que me parece errado es cómo Kal-El, teniendo acceso a una estructura de conocimientos más avanzados que la humana, anteponga ésta a la sabiduría que le ofrece su propio planeta, (siendo además un azar casi milagroso que haya encontrado vestigios de ella en una nave kriptoniana que arribó a la Tierra cientos de años atrás). En comparación, el consuelo religioso resulta (o debería resultar) poco sofisticado para un cerebro e inteligencia que por su origen están por encima de supersticiones cavernícolas. Los datos que resguarda la nave deberían parecerle más ad hoc. Bien podría desechar en bloque todo lo aprendido del entorno terrestre y avocarse a una ciencia años luz avanzada, dando así un salto psicológico extraordinario y acorde a su naturaleza.

Un detalle más: mientras Zod y Superman reingresan a la atmósfera durante su enfrentamiento, Lois los ve caer a lo lejos, a una distancia bastante amplia como para recorrerla a pie. ¿Cómo es que llega donde está Kal (ya muerto Zod) en apenas tres minutos? Porque la ciudad está en pleno caos. No hay transporte. Por muy rápido que se haya desplazado, debió rodear los edificios derrumbados. No se le ve agitada. ¿Cómo rayos aparece ahí tan pronto?

Finalmente, las consecuencias de su enfrentamiento contra Zod son mínimas, por no decir que hasta se le premia, acogiéndolo como uno más, camuflándose como periodista. Síndrome de Estocolmo puro, además de disociación. ¿Cómo sus ahora compañeros (por lo menos Lois Lane y el director del periódico) están dispuestos a trabajar codo a codo con quien tiene responsabilidad directa de la muerte de tantos ciudadanos? Tenderle la mano en este contexto es complicidad de un crimen. El propio Kal-El no parece sentir mayor remordimiento, pero esto puede ser comprensible si especulamos que ya ha tomado conciencia de estar por encima nuestro, idea que se reafirma al ver cómo sufre más el romperle el cuello a Zod que el daño colateral, lo que demuestra que se siente más hermanado con él a pesar de sus propósitos genocidas. Aún zanja la masacre destruyendo un satélite militar destinado a (por lo menos) vigilarle, diciendo como si nada, que no es necesario, pues creció en Kansas... como si eso bastara para tomarle por inofensivo.

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