viernes, 29 de mayo de 2015

Smallville: alguien sálveme de este bodrio.

Esta serie, además de pésima, fue un timo. Se basaba en la premisa de ver cómo Clark Kent llegaba a convertirse en Superman. El engaño consistió en anunciar esa transición cada fin de temporada: transición que nunca se concretaba pero a la que se aludía con referencias al símbolo, al uniforme, al legado kriptoniano.

Con esas migajas engancharon una década a un público cansado de las cursilerías de Tom Welling y ansioso de verlo enfundado en el azul y rojo del traje. Público al que le vieron la cara con historias cada vez más inverosímiles, romances bobos y un abuso de "deus ex machina" descarado.

Lo mejor que esta mediocre serie tuvo fueron esos duelos intelectuales entre los Luthor; esa era la única parte que consideraba la agudeza del espectador. El resto estaba escrito para lelos.

Las últimas temporadas se mantuvo a flote por la mera expectativa (ver a Superman; ya era absurdo tanto ir y venir por la Fortaleza de la Soledad sin que aquél apareciera) que devino en algo decepcionante: un par de tomas del superhéroe, ambas breves y poco emocionantes por capricho del actor.


Eso fue Smallville: un largo ensayo sobre cómo timar al televidente. Espero lo hayan disfrutado.

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